martes, 22 de enero de 2013

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En defensa de una educación pública y de calidad.

Nos mean y la prensa dice que llueve.

 

Igual esta entrada os sorprende porque no tiene mucho que ver con la dinámica del blog, pero aprovechando la oportunidad que se me da dejandome publicar lo que yo quiera sin ningún tipo de censura, por el momento, allá voy a denunciar lo que quiero.
Hace poco una persona que leyó lo que yo había escrito en este dijo: lo habrá copiado, eso me hizo saltar, algo en mi salió y unas enormes ganas de decir lo que pensaba se apoderaron de mi, pero por no herir a nadie me callé, ya no callo más.
No culpo a la persona que me dijo que si lo había copiado porque dicha no tiene la culpa de pensar así, si algo la ha hecho pensar así ha sido la caja tonta y esta sociedad...
Estoy harta, las personas solo se mueven por lo que dicha caja les dice, si en la televisión dicen que se acaba el mundo, que todos tenemos que suicidarnos, la gente lo hace y cuando a alguien le preguntes el por qué no sabrá decirtelo, pues no es más que un titere controlado por el estado y por aquellos ricachones que deciden lo que ha de ser esta sociedad.
Hay gente que cuando les preguntas que porque ven tanto la tele se atreven a decirte que para informarse, ¿informarse? actualmente cualquier medio de comunicación, valorandolos por separado, no hace mas que desinformar, porque todos son afines a una ideología política y si algo no va con su partido o con sus ideas no lo publican.
Analicemos esto a fondo, encended la televisión a la hora de los telediarios, poned televisión española, es del estado, el estado decide que quiere publicar y que no, antena 3, telecinco, telemadrid, la sexta, cuatro, todos son afines a un partido político o a unas ideologías, la misma noticia en diferentes medios cambia, todo cambia, todo menos el futbol, los deportes.
Porque quieren hacer de nosotros una sociedad unicamente preocupada por si el Real Madrid gana la liga o si el Futbol Club Barcelona gana la copa del rey, quieren hacer de nosotros unos ignorantes y así lo están consiguiendo.
Muchas veces me paro a pensar en como influyen todas estas cosas sobre nosotros mismos y me imagino un gran escenario de un teatro, al aire libre, dentro nosotros, el mundo, fuera los estados, los ricos, la gente que lo controla todo y nos mueve a cada uno donde tenemos que estar, si alguien se sale del papel que le han asignado, se le tacha de revolucionario, de antisistema. ¿Esa es la sociedad en la que queremos vivir? Una sociedad en la que la persona que destaca, que pinta bien, que escribe bien, que hace buenas fotografías, al no ser que tenga dinero, se le menosprecia, se piensa que lo habrá copiado, calcado o que las fotografias no son suyas. Una sociedad donde el "que dirán", el miedo, el futbol, lo mueve todo. Donde nadie se atreve a decir lo que piensa porque no le tachen. Donde la información por los medios que tendrían que llegarnos no llega, donde la única forma de informarse de verdad es mediante ciertas redes sociales y mediante la calle, que es donde nos contarán las cosas de verdad. Una sociedad que nadie cambia por miedo a que le tachen y poco a poco todos los cambios que nuestros antepasados consiguieron se irán al traste y volveremos de nuevo a una sociedad machista y controlada por la censura.
¿Queremos realmente eso? Reflexionad sobre ello, da igual del partido político del que seas, las ideologías que tengas, estamos hablando de nuestro futuro y en eso no hay distinciones, todos unidos se pueden cambiar cosas que jamás pensaríamos que se podrían cambiar.

domingo, 20 de enero de 2013

14 de Abril de 1815, Madrid.


El ambiente estaba frio, el cielo gris y como de costumbre se veía por la ventana de la casa, la única que esta poseía, una fina hilera de humo negro proveniente de la fábrica, en la calle no se veía ni un alma,  de vez en cuando salían los trabajadores o entraban, depende del momento del día, acalorados por su trabajo o con unas prisas horribles.
Me llamo Lilly, no es un nombre común para una niña madrileña y de familia obrera pero la familia de mi padre es francesa y no pudieron resistir a ponerme este horrible nombre.
Tengo siete años y aunque ya estoy en edad de trabajar, mi padre prefiere que hasta que no cumpla los ocho no empiece a ello. Así que me paso los días mirando por esta ventana hasta ver sali a mi padre y mis cuatro hermanos de aquella horrible y negra fábrica a la hora de comer y de cenar.
Los días comienzan a las seis de la máñana cuando mi madre ya muy atareada camina por el pequeño piso de tan solo tres estancias, baño, cocina y una habitación, buscando todo lo necesario para partir con un beso y un "hasta luego" hacia el mercado.
En ese momento llega mi tarea, levantarme y prepararles a los cinco hombres de la casa el desayuno, que no era más que una taza de  agua caliente y un mendrugo de pan.
A las seis y media entran todos los trabajadores y es un hecho extraño de ver, a las seis y veinte comienzan a llegar los trabajadores junto a la verja que se agrupaban según amistades, ideologías o puestos de trabajo, a las seis y media, en puntísimo, abrían la verja y todos, agolpados entraban y dejaban la calle desierta, lo que aún no alcanzo a entender es porque sobre las once siempre llegan unos enormes carruajes negros y de ellos salen hombre vestidos con una larga chaqueta negra, un sombrero de copa, unos pantalones bien planchados y unos zapatos ¿qué clase de ropas son esas para trabajar en una fábrica? Este es el momento que más me gusta, puesto que de vez en cuando aparecen con sus mujeres del brazo y estas llevan un elegante vestido de colores vivos, tan largo que no dejaba ver sus pies y una caperuza del mismo color que este, ¡Cuantas veces me había imaginado a mi misma con esos preciosos trajes!
Me paso los días mirando por la ventana puesto que dentro no hay mucho que ver, las paredes están negras por el humo de la fábrica y en la habitación hay una gran cama de paja y una mesa con siete sillas que mi padre había hecho años atrás.
No poseemos nada de valor, pues lo poco que ganan mi padre y mis hermanos es justo (y muchas veces escaso) para vivir.
Mi madre suele llegar una hora antes de que los chicos salgan con las manos, normalmente, semivacias y una profunda cara de trsisteza.
Tristeza que yo no comprendo, mi abuelo antes de morir me contó que el dinero no da la felicidad y que lo importante es que somos una familia y nos queremos y con eso nadie podrá luchar.
Por fín llegan los chicos, se quitan los zapatos, se lavan cara y manos y se sientan a la mesa.
          
                   -¡Lilly! La comida está lista, a la mesa.

¿Comida? ¡Desde luego que en estos tiempos a cualquier cosa lo llaman comida!