domingo, 20 de enero de 2013

14 de Abril de 1815, Madrid.


El ambiente estaba frio, el cielo gris y como de costumbre se veía por la ventana de la casa, la única que esta poseía, una fina hilera de humo negro proveniente de la fábrica, en la calle no se veía ni un alma,  de vez en cuando salían los trabajadores o entraban, depende del momento del día, acalorados por su trabajo o con unas prisas horribles.
Me llamo Lilly, no es un nombre común para una niña madrileña y de familia obrera pero la familia de mi padre es francesa y no pudieron resistir a ponerme este horrible nombre.
Tengo siete años y aunque ya estoy en edad de trabajar, mi padre prefiere que hasta que no cumpla los ocho no empiece a ello. Así que me paso los días mirando por esta ventana hasta ver sali a mi padre y mis cuatro hermanos de aquella horrible y negra fábrica a la hora de comer y de cenar.
Los días comienzan a las seis de la máñana cuando mi madre ya muy atareada camina por el pequeño piso de tan solo tres estancias, baño, cocina y una habitación, buscando todo lo necesario para partir con un beso y un "hasta luego" hacia el mercado.
En ese momento llega mi tarea, levantarme y prepararles a los cinco hombres de la casa el desayuno, que no era más que una taza de  agua caliente y un mendrugo de pan.
A las seis y media entran todos los trabajadores y es un hecho extraño de ver, a las seis y veinte comienzan a llegar los trabajadores junto a la verja que se agrupaban según amistades, ideologías o puestos de trabajo, a las seis y media, en puntísimo, abrían la verja y todos, agolpados entraban y dejaban la calle desierta, lo que aún no alcanzo a entender es porque sobre las once siempre llegan unos enormes carruajes negros y de ellos salen hombre vestidos con una larga chaqueta negra, un sombrero de copa, unos pantalones bien planchados y unos zapatos ¿qué clase de ropas son esas para trabajar en una fábrica? Este es el momento que más me gusta, puesto que de vez en cuando aparecen con sus mujeres del brazo y estas llevan un elegante vestido de colores vivos, tan largo que no dejaba ver sus pies y una caperuza del mismo color que este, ¡Cuantas veces me había imaginado a mi misma con esos preciosos trajes!
Me paso los días mirando por la ventana puesto que dentro no hay mucho que ver, las paredes están negras por el humo de la fábrica y en la habitación hay una gran cama de paja y una mesa con siete sillas que mi padre había hecho años atrás.
No poseemos nada de valor, pues lo poco que ganan mi padre y mis hermanos es justo (y muchas veces escaso) para vivir.
Mi madre suele llegar una hora antes de que los chicos salgan con las manos, normalmente, semivacias y una profunda cara de trsisteza.
Tristeza que yo no comprendo, mi abuelo antes de morir me contó que el dinero no da la felicidad y que lo importante es que somos una familia y nos queremos y con eso nadie podrá luchar.
Por fín llegan los chicos, se quitan los zapatos, se lavan cara y manos y se sientan a la mesa.
          
                   -¡Lilly! La comida está lista, a la mesa.

¿Comida? ¡Desde luego que en estos tiempos a cualquier cosa lo llaman comida!

2 comentarios:

  1. -Le gustas a O'Malley
    +¡Cállate, O'Malley!
    -No, joder, ¡cállate tú, O'Malley!
    +Te voy a reventar, me cago en putas.
    -Empieza, parguela
    +Uuuuff...

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  2. Muy buena, sin duda tienes algo especial para escribir, haznos un favor a todos los que leemos este blog y no dejes de escribir nunca.

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