jueves, 12 de julio de 2012

Paz.

Las paredes eran blancas, recién pintadas, las puertas de madera antigua chirriante, las literas daban una sensación de confort inigualable y en el aire se desprendia un olor extraño que te atrapaba como si fueses suyo...
Hacía cuatro años que iba allí de campamento y siempre me sentía como sid el primero se tratase, siempre experimentaba cosas nuevas, olores nuevos, sensaciones nuevas...
Todo de aquel lugar me gustaba, sus casa amarillentas, sus terrazas, sus flores de miles de colores, las mariposas revoloteando sobre la cabeza de un gato jugetón, hasta aquel cesped que pinchaba tan desagradable...
Había días que, miestras otras se divertían, yo me alejaba silenciosamente y me sentaba en aquel lugar secreto y miraba por la ventana como las ramas de los árboles se movían al ritmo de las suaves rachas de viento o como los pájaros piaban cerca de un pequeño nido. Esos días, al sentarme allí y respirar aquel aroma tan peculiar y a la vez ya tan familiar podía sentir como alcanzaba lo que mucho habían buscado durante años, la verdadera paz interna...

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